Como todos los años, el otoño es el momento en el que se desarrolla la siembra de la mayor superficie de pasturas. El buen establecimiento de una pastura comienza con la elección adecuada de la fecha de siembra, la cual depende de la temperatura y humedad. Habitualmente, en otoño existe un nivel adecuado de humedad en el suelo y las temperaturas no son demasiado bajas, por lo que las semillas germinan rápidamente y afrontan las primeras heladas con el sistema radical ya desarrollado. Además, en una siembra otoñal, la presión de malezas es mucho menor que en una siembra primaveral, con lo que se evita la competencia con especies indeseadas en el lote. 

Para hacer un planteo eficiente, es necesario elegir las especies que se adapten a los requerimientos de los planteles de hacienda y las condiciones edafoclimaticas de la zona. Las pasturas perennes tienen picos y valles de producción de biomasa, por lo que se debe conocer esa curva de producción anual para hacer coincidir los picos de producción con los picos de demanda. 

Dentro de un planteo de pasturas, es importante entender que con una buena planificación se puede sacar el mayor provecho a una pastura, ya sea monofítica o polifítica, y tener el mayor rinde durante el plazo que la pastura siga siendo productiva, habitualmente entre 4 y 6 años. Al tener al menos 4 años una pastura con altos niveles de producción, se logra amortizar la gran inversión inicial que significan su implantación.

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